Pinto para ser dueña del tiempo, de las herramientas, del soporte, de lo físico. Y, aún así, mi obra permanece vinculada al mundo virtual. Como retratista, busco trasladar mi fascinación por la psicología de las miradas, por los relatos que esconden los rostros. Son retratos, sí, pero también exploraciones y una mirada crítica sobre los mecanismos de representación y construcción de la identidad. A veces lúdicas, a veces no, mis obras se articulan a través de un lenguaje visual basado en la repetición, que bebe tanto de la iconografía ortodoxa como de la estética publicitaria y las lógicas de las interfaces digitales. Probablemente mi obra sea un diálogo absurdo entre lo sagrado y lo banal, entre lo virtual y lo de toda la vida: una gramática visual que explora la multiplicidad y las contradicciones que configuran la subjetividad contemporánea.